miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los hermanos Cohen


Hacía tiempo que quería escribir sobre estos dos personajes: aclamados guionistas y reconocidos directores, siempre valorados de forma positiva por la crítica... llamarían la atención de cualquier buen aficcionado al cine.


Por este motivo, hace un tiempo me decidí a ir al cine a ver "No es país para viejos", con el aliciente de la actuación de Javier Bardem, a la postre ganador de un Oscar. Sin duda, la actuación del español es digna de mencionar, ya que interpreta a la perfección a un asesino-psicópata totalmente desquiciado, que con sus miradas podría impresionar a cualquiera.

Pero, exceptuando la interpretación de Bardem, el resto de la película no tiene nada salientable. Bueno, si, lo mala que es. Escenas inconexas, diálogos pésimos, algunos personajes lamentables... me preguntaba por qué esta película tendría unas críticas tan buenas, y qué clase de gente se llega a convertir en crítico cinematográfico.


Decidí que no volvería a ver ninguna película de los Cohen, pero meses más tarde, vi el anuncio de "Quemar después de leer". Parecía una de las típicas películas sin sentido que a mi me entusiasman. Por lo tanto, decidí darles una segunda oportunidad a este par de hermanos, para ver si la primera había sido un mero accidente.

Pero no, estos tipos son capaces de quitarle el sentido a los sinsentidos que lo tienen. Esta afirmación puede parecer una incongruencia, pero no es así. Definitivamente, no volveré a ver ninguna de sus películas.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El motivo


El lugar era perfecto. Todavía no sabía el motivo por el que debía presentarse en aquel apartado rincón, pero, fuese lo que fuese, Matías no habría podido escoger un sitio mejor para una reunión alejados de miradas indiscretas.

Después de haber llegado a Miramar, la consigna estaba clara: debía recorrer una decena de kilómetros por la carretera principal, para posteriormente tomar un desvío ("Recuerda, el tercer camino a la derecha después de la Iglesia", había dicho Matías) que se internaba en un frondoso bosque. La espesura de sus árboles hacía que apenas penetrase la luz en él, por lo que había tenido que encender las luces de su vehículo.

Tras haber conducido lo que le habían parecido horas, tuvo que hacer un alto en el camino: no había manera de continuar hacia adelante, ya que un pequeño lago había emergido de la nada. A su derecha observó el coche de su amigo, aparcado al lado de una pequeña, pero preciosa cabaña.


-Este es el lugar. Es ideal.


Se bajó del coche, subió las escaleras que conducían al porche de la cabaña, y al ver que la puerta estaba abierta, decidió entrar.

Si la pequeña construcción tenía un agradable aspecto por fuera, por dentro era inmejorable: alguien había gastado mucho tiempo (y dinero) en decorarla. Incluso pudo distinguir una reproducción de un cuadro de Manet que siempre le había gustado, cuyo nombre no lograba recordar en aquellos momentos.

Al oír la voz de su compañero, decidió pasar a la habitación contigua, donde le aguardaba una sorpresa: Matías no estaba solo.


Así que por esto estoy aquí.